Letanías para un difunto

Aveces se abre una ventana que nos permite ver otro mundo, pero aparece la lucidez y la cierra.

—Quien cree en ti señor, no morirá para siempre…—   entonaba con su voz grave el cantor ciego, que guiaba los responsos. El resto de la procesión lo seguían armoniosamente, respondiendo las letanías que el cura pronunciaba en la cabeza del cortejo fúnebre. El cantor Iba detrás del ataúd, calculando cada paso, con la mano puesta en el hombro de su hijo, que le servía pasivamente de lazarillo. Igual que en los entierros olvidados, a los que mi madre  me llevaba de la mano en tiempos remotos.


Por qué el seudónimo Ham Bashur


La grandeza de un escritor se mide por la trascendencia de su obra, y hay algunos que han logrado que ésta trascienda más que su propio nombre. 
Se nombra más al Quijote que a Cervantes, más a Hamlet que a Shakespeare y a otros inmortales que han quedado acompañando la humanidad para siempre: Madame Bovary, Ana Karenina, Dorian Grey, Drácula,  etc.
Cuando un escritor logra eso,  trasciende, también  se vuelve inmortal.
Mi seudónimo Ham Bashur, es un tributo a William Shakespeare y a Alvaro Mutis. El uno, trascendental, universal, el otro no tanto, sin embargo disfruté mucho leyendo su obra: la saga de Maqroll el Gaviero, en la que el personaje principal es Maqroll, pero el que me gusto más fue Abdul Bashur.

Escribir en la sombra

“Quiero ser escritor”, es el único que recuerdo de mis más tempranos deseos.  Pero las circunstancias me llevaron a hacerme ingeniero informático para “ganarme la vida”.

Sin embargo la pasión por la literatura no ha menguado, ni siquiera con los sermones de un primo al que admiraba en mis días de estudiante. “Eso no sirve pa nada”, me dijo una vez que me pillo leyendo un libro de Humberto Eco.

Ni ahora, que la cotidianidad me engulle y el tiempo de lectura lo debo dedicar a actualizarme permanentemente en mi nicho tecnológico, para estar al día en mi quehacer profesional.

Así que la pasión por las letras no es por influencia familiar ni mi entorno cultural, sino por algún extraño capricho que me ha  llevado contra la corriente.

Recuerdo que en mi mochila de libros, entre “Sistemas operativos de Tanembaum” o el “cálculo de Swokowsky”, siempre se me colaba un libro de Alvaro Mutis, Saramago o Julio Cortázar, que estaba de moda en esos días porque recién se había muerto.

Las corporatocracias, las nuevas dueñas del mundo.

Comparto éste artículo de Jean-Paul Baquiast en el año 2010, pero que tiene una vigencia plena.
El artículo esta traducido al español desde este portal: