“Quiero ser escritor”, es el único que recuerdo de mis más tempranos deseos. Pero las circunstancias me llevaron a hacerme ingeniero informático para “ganarme la vida”.
Sin embargo la pasión por la literatura no ha menguado, ni siquiera con los sermones de un primo al que admiraba en mis días de estudiante. “Eso no sirve pa nada”, me dijo una vez que me pillo leyendo un libro de Humberto Eco.
Ni ahora, que la cotidianidad me engulle y el tiempo de lectura lo debo dedicar a actualizarme permanentemente en mi nicho tecnológico, para estar al día en mi quehacer profesional.
Sin embargo la pasión por la literatura no ha menguado, ni siquiera con los sermones de un primo al que admiraba en mis días de estudiante. “Eso no sirve pa nada”, me dijo una vez que me pillo leyendo un libro de Humberto Eco.
Ni ahora, que la cotidianidad me engulle y el tiempo de lectura lo debo dedicar a actualizarme permanentemente en mi nicho tecnológico, para estar al día en mi quehacer profesional.
Así que la pasión por las letras no es por influencia familiar ni mi entorno cultural, sino por algún extraño capricho que me ha llevado contra la corriente.
Recuerdo que en mi mochila de libros, entre “Sistemas operativos de Tanembaum” o el “cálculo de Swokowsky”, siempre se me colaba un libro de Alvaro Mutis, Saramago o Julio Cortázar, que estaba de moda en esos días porque recién se había muerto.
Desafortunadamente cada vez leo menos literatura, de lo que quisiera. Mi oficio no me da permiso y la pila de buenos libros pendientes crece más que mi ritmo de lectura y el deseo de escribir me abruma.
Creo que es hora de reorganizar mis prioridades. En mis pausas de trabajo, me asomo a la ventana y reconozco que hay magia y poesía en cada cosa que veo; Kira, mi gata, que corretea en el jardín persiguiendo una libélula, la vecina que la regaña por estropear las flores, el viento que entra sin permiso batiendo mi cortina, y es entonces cuando caigo en la cuenta de que mi frustración la puedo redimir en esos breves instantes en que me desconecto de la presión de mi agenda para darme un respiro.
Así que, como catarsis, para aliviar mi frustración, escribiré en este blog que apenas abro, mis experiencias sobre mi nuevo emprendimiento, y tal vez uno que otro ensayo sobre temas que me agobian de éste presente que nos ata como marionetas, escribiré mis pesquisas sobre quién jala los hilos.
Recuerdo que en mi mochila de libros, entre “Sistemas operativos de Tanembaum” o el “cálculo de Swokowsky”, siempre se me colaba un libro de Alvaro Mutis, Saramago o Julio Cortázar, que estaba de moda en esos días porque recién se había muerto.
Desafortunadamente cada vez leo menos literatura, de lo que quisiera. Mi oficio no me da permiso y la pila de buenos libros pendientes crece más que mi ritmo de lectura y el deseo de escribir me abruma.
Creo que es hora de reorganizar mis prioridades. En mis pausas de trabajo, me asomo a la ventana y reconozco que hay magia y poesía en cada cosa que veo; Kira, mi gata, que corretea en el jardín persiguiendo una libélula, la vecina que la regaña por estropear las flores, el viento que entra sin permiso batiendo mi cortina, y es entonces cuando caigo en la cuenta de que mi frustración la puedo redimir en esos breves instantes en que me desconecto de la presión de mi agenda para darme un respiro.
Así que, como catarsis, para aliviar mi frustración, escribiré en este blog que apenas abro, mis experiencias sobre mi nuevo emprendimiento, y tal vez uno que otro ensayo sobre temas que me agobian de éste presente que nos ata como marionetas, escribiré mis pesquisas sobre quién jala los hilos.
Para escribir aunque sea poco, debo apartarme de mi yo cotidiano, debo ser otro. Por eso me convierto en Ham Bashur en esos breves momentos de quehacer literario.
Que Bien mi amigo!!! Me alegro que hayas dado el primer paso!.Te deseo Buen Viento y Buena Mar!
ResponderEliminarMuchas gracias, Humberto. Si. Buen viento es lo que quiero, porque ya me eche al mar, y lo encuentro un poco turbio.
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