Ya no repican las campanas

"Relato sobre la prosperidad de una nación y el exterminio de un pueblo"

Don Pascual camina con parsimonia apoyado en su bastón de viejo, arrastrando sus pies artríticos hasta llegar al portón de la iglesia antes de las ocho, y levanta la mirada, como buscando a Dios entre las rendijas de la enorme mole de roble que permanece hermética, como si nunca se hubiera abierto. La misa de ocho era lo único que le quedaba, pero el cura también se había ido y nunca le llegó reemplazo.
Repite la rutina todos los días, como si fuera la primera vez.