Fuerzas de paz

"Contribuyes para el bien o el mal, la paz o la guerra; todo es cuestión de perspectiva".

Oscar despierta perturbado por el ruido simultáneo del citófono y el timbre de su puerta.
—Pero quién diablos… —musita Alma (su esposa), que adormilada corre un poco la cortina. En el andén hay dos hombres de traje negro, el uno en el citófono y el otro recostado en un automóvil también negro parqueado frente al edificio. Oscar mientras tanto mira por el ojillo de la puerta.
Otro hombre trajeado igual a los que esperan abajo, le muestra un carnet que Oscar reconoce de inmediato.

—¡Espere un momento, por favor! —le dice tras la puerta al inesperado visitante y regresa a la alcoba donde Alma lo espera con cara de incertidumbre.
—Son del ministerio de defensa —le susurra, mientras se pone el pantalón encima de la pijama. Alma comprende, hace un gesto de desagrado y se mete a la ducha. Él abre la puerta e invita a su visitante a la sala, con el brazo extendido hacia el sofá. El hombre le entrega una carta y espera parado mientras Oscar la lee.
—Usted conoce el protocolo, Ingeniero —dice el hombre cuando Oscar esta ya doblando la carta. —Sí, lo conozco. Por favor deme un momento, me alisto y nos vamos — Entonces el hombre se sienta, acodado en sus rodillas.

Al rato, Oscar sale de su alcoba trajeado, con un portafolios en la mano y salen. Alma ve en la tele, zarpar un buque de guerra, en las noticias del medio día, mientras la presentadora lee el comunicado de prensa del ministerio: “Como miembro de la OTAN, la nación contribuye a la pacificación de medio oriente, cooperando con un equipo interdisciplinario de militares y científicos que se unirán al ente internacional…”. Apaga la tele y sale rápidamente a la oficina del ministerio de defensa.
—Soy la esposa del Ingeniero Oscar Ortiz. Fue reclutado para la misión de paz en el mediterráneo —se presenta Alma. La hacen seguir al despacho de un oficial. —¡No fue un reclutado! —Le objeta éste. —Por favor siéntese.

Alma lo hace, sin apartarle la mirada, esperando una respuesta. —Su esposo hace parte de un grupo de brillantes patriotas que con su conocimiento científico, contribuyen al engrandecimiento de la nación —le contesta el oficial.
—¿Yendo a pelear una guerra que no es nuestra? —le refuta Alma.
—Al contrario Señora Ortiz, somos una fuerza de paz.
—Si son una fuerza de paz, porque navegan en buques de guerra —contesta Alma.
—No estoy en disposición de sostener esta discusión, señora Ortiz. Lo único que le garantizo es que estará muy orgullosa de su esposo cuando todo esto termine. La misión esta prevista para desarrollarse en cuarenta días, y lo tendrá de regreso —le dice en tono sosegado y le ofrece un vaso de agua que Alma rechazó con un “no gracias”, mientras saca de su cartera un teléfono y se lo enseña:
—Dejó su móvil, no tengo modo de comunicarme con él.
—No será necesario, él se comunicará con usted, cuando sea pertinente —responde el oficial.
—¿Pertinente? —pregunta Alma, con su voz reseca y temblorosa.
—Por ahora, solo se comunican con el mando de la misión, después lo harán con sus parientes. Alma, lo mira con angustia.
—A su domicilio, le enviaremos las cartas de su esposo —Alma le cuestiona:
—¿Cartas?, como en el siglo pasado?, y por qué no, una maldita llamada al móvil. —empuñando de nuevo su teléfono celular.
—Es parte del protocolo de seguridad, no se preocupe, a lo mejor lo tenga de regreso antes de lo previsto —concluyó el oficial, reclinándose hacia atrás en su poltrona y cruzando los dedos, como dándole a entender, que la conversación estaba concluida.

Alma se pone de pie, con sus ojos brillantes por las lágrimas que empiezan a brotar.
—No lo acepto, que mierda es esta, ¿un secuestro?. El oficial le hace una señal al soldado escolta que está en la puerta, y éste la sujeta del brazo, con el que le manotea al oficial.
—Suéltenme, hijos de puta, no tienen derecho! —Y fue sacada del despacho entre dos soldados, casi alzada, tomada por sus antebrazos.

En su departamento, Alma esculca el estudio de su marido. Lo único raro que encuentra es una credencial que le autorizaba acceso a un laboratorio militar, entonces recuerda una conversación que el siempre evadió.
— ¿Estas ayudando a fabricar armas?, ¿para eso te llevan y te traen los militares, con tanto sigilo? —le insistía ella.
— ¡Son solo experimentos, flaca. No hablemos de ese asunto aburrido! —Y ponía punto final a la conversación.

Pasan veintiún días y recibe una carta con matasellos de las fuerzas armadas. Se toma la cabeza con las manos y llora en silencio. Es una frase trivial, pidiéndole paciencia y anunciando que la espera sería más larga, pero ella nota que esas no eran sus palabras, y esa firma solo la usaba en sus cheques, mas no en las notas personales ni en las esquelas de aniversario.

Ya no puede indagar con los militares, le restringen la entrada a la oficina del ministerio, entonces se hace asidua a la base naval, y cada día repite su angustiosa rutina con cierta mansedumbre para ver atracar los buques.
Cuenta los días y las horas, hasta que explota en histeria contra la dependiente, al notar que cuando le pide verificar un nombre en la lista de arribo, ésta le contesta que no está, sin ni siquiera mirar la lista. La caución ahora le impide acercarse a la base naval.

El hermetismo en torno a lo que acontece allende el mar, por parte de los portavoces militares, es total. Alma intuye que lo que muestran las noticias, no es del todo cierto.

El perímetro más alejado del fuerte naval, está provisto de una valla de alambre tejido en rombos, que bordea las postrimerías de un terreno en desuso. Alma hace de ese lindero su lugar de espera, ve salir más buques con más tropa, y permanece agarrada a los fríos rombos de metal, tratando de descifrar los sonidos que el viento trae del otro lado del mar.

Autor: HAM BASHUR
Dirección Nal derechos de autor: 10-1089-357

3 comentarios:

  1. Quede con ganas de más. Que pasa con el hombre, vuelve? o no vuelve. Entre líneas deja ver que hay una guerra ajena, en fin, es un buen abre bocas. Ojala siga con la trama.

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  2. Que buena trama, esa Alma hasta en los cuentos es grosera
    Un abrazo.

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  3. "Hasta en los cuentos es grosera"?.
    Supongo que conocemos a una en común.

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