Especulación inmobiliaria

En casa de los Rodríguez se celebraba la jubilación del viejo. Agustín, su hijo mayor, que se llamaba igual que el homenajeado, exhibía con la carta de retiro, una placa conmemorativa que la compañía constructora le había enviado días antes a su padre. Él la había guardado para exhibirla el día del jolgorio:

Malcom & Asociados M&A Otorga a su distinguido colaborador

Agustín Rodriguez, la distinción al mérito: “Toda una vida”

Algunos vecinos se unían a la fiesta, aportando cajas de cerveza para ser merecedores de su respectiva porción de cordero asado, cuya humareda desde el patio de los Rodriguez se propagaba por el vecindario.

Don Agustín Rodriguez había trabajado 42 años como albañil para la compañía M&A, ahora su hijo mayor ocupaba su lugar. 

Irónicamente estuvo a cargo de las redes de aguas, mientras que en su propia casa no disponía de alcantarillado, porque eran construcciones ilegales. Sin embargo poco a poco lograron dotarse de agua y luz a través de algunas maniobras politiqueras disfrazadas de acto humanitario, que pagaron con sus votos a varias generaciones de concejales.

Vivían en “La loma”, una zona suburbana que desde sesenta años atrás estaba siendo deforestada y cimentada, dando lugar a improvisadas construcciones.

Don Agustín, estuvo presente en la mayoría de proyectos urbanísticos de M&A, y vio crecer la ciudad al punto de copar los espacios urbanizables hasta que la administración pública  redescubrió la zona suburbial.

Los primeros proyectos fueron de infraestructura pública; Reconstruyeron la red de acueducto y alcantarillado y luego pavimentaron y organizaron vías de acceso.

En la cuadra de los Rodriguez, siete casas fueron demolidas para dar paso a una vía de doble calzada. En el proceso de expropiación administrativa, solo dos moradores fueron indemnizados porque pudieron demostrar su propiedad con la tenencia de escrituras, los otros no, en la respectiva diligencia de desalojo se adujo que eran invasores de terrenos baldíos.

Simultáneamente en el extremo de la gran vía, un centro comercial y elegantes urbanizaciones se levantaban en una zona que en otro tiempo fueron suburbios de marginados.

Los Rodriguez veían esos cambios con entusiasmo, pero la expropiación de sus vecinos preocupaba un poco a don Agustín, que además se percató que  su casa no gozaba de la proximidad inmediata de la vía nueva, que pasaba oblicua por el caserío como si este no importara.

La inauguración del centro comercial se promocionaba en vallas de la gran vía, para el fin de semana, en la que también se promovía la feria inmobiliaria de M&A,  para exponer el nuevo proyecto de casas lujosas, próximas a los edificios de apartamentos que ya estaban vendidos casi en su totalidad.

—El domingo vamos todos —dijo don Agustín en el desayuno del viernes. Los de la mesa se miraron sin chistar, aunque asintiendo con la cabeza miraban a la mamá, que estaba abriendo de más los ojos, con una sonrisa de aprobación, imaginando el posible itinerario, tarde de centro comercial; almuerzo y cine.

La familia se conformaba por su esposa, sus dos hijos y su nuera, la esposa de Agustín. 

No es que hayan quedado deslumbrados por conocer un centro comercial con sus anchos corredores impecables como espejos, pues ya conocían otros de la ciudad. Lo que los sorprendió de éste, es que estaba en “la Loma”, en su Loma.

Curiosearon vitrinas y otras “familias Miranda”, hasta que ya cansados de andar se sentaron en torno a una mesa en la zona de comidas a revisar su presupuesto, y contrastarlo con los precios de los puestos de comida.

—Si hay para almuerzo, no hay cine —Concluyó don Agustín. —Escojan.

 —A la próxima traemos fiambre —contestó su esposa. Almorzaron pollo asado con papas fritas y colombiana.

A mediados de Diciembre llegó una notificación del instituto de desarrollo urbano, notificándoles cual era el valor de la “Contribución por valorización” que le correspondía pagar por las obras de infraestructura pública en su sector, además un anexo del departamento de hacienda, justificando el incremento del impuesto predial para el siguiente año.

Agustín (hijo) leyó en voz alta las dos misivas después de una cena. 

—Lo veía venir, pero no pensé que fuera tan pronto —Dijo el viejo, acodado en la mesa, apoyando su cabeza entre sus puños. Quedaron tácitamente prohibidas las tardes de centro comercial desde ese instante.

En los días siguientes vieron salir vecinos  como una caravana de circo.

Aunque era domingo los de la constructora no paraban, y por fin le tocó el turno a don Agustín. La negociación con el delegado de la constructora, que estaba comprando los terrenos, no se hizo esperar. El viejo regateaba por el precio que le ofrecieron.

—Echar esa plancha del segundo piso, me costó un ojo de la cara, además tengo todos los muros estucados y la casa cuenta con todos los servicios. —contestó enfáticamente don Agustín, rechazando la oferta.

—Le soy honesto don Agustín, no nos interesa la casa sino el terreno. Además a usted le va bien porque le paga directamente la constructora, en cambio a muchos de sus vecinos, el distrito los expropió, por invasores, les tocó irse sin un peso —

Mientras negociaban en el corredor de la casa, la polvareda en el patio, causada por la demolición de las casas contiguas, le indicó a don Agustín que había que aceptarlos términos.

Los automóviles de lujo que iban hacia la feria, se cruzaban con los camiones de trasteos que salían del sector. Una valla más grande que una casa sobresalía en enormes parales que se elevaban detrás de las últimas casas viejas que todavía no habían tumbado. 

Resaltaba el logo y emblema negro sobre fondo amarillo:

“M&A — Construimos sus sueños”

Los Rodriguez contemplaban la enorme valla de reojo, mientras empacaban sus corotos en un camión de estacas, con sus caras tristes y el destino incierto de los que emigran porque les toca.

Autor: HAM BASHUR

Dirección Nal derechos de autor: 10-1089-355

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